sábado, 19 de septiembre de 2009

Eduardo Anguita: “Me dedicaría de nuevo a la militancia social”






*Por Lucía Díaz




“Hasta luego chicas, un gusto. Escriban mails”. Esas fueron las últimas palabras del encuentro. Se despidió con un cálido beso para cada una y una tímida sonrisa en la cara. Salió apuradísimo, por las puertas vidriadas de Radio Nacional, en la calle Maipú al 500. Paró un taxi al pasar, y se subió. Eran las 18:10, y hacía ya 10 minutos que estaba llegando tarde a la presentación de un nuevo libro en otra parte de la ciudad. Por esas horas, la Capital de la Argentina se torna de un color distinto. Más si se tiene en cuenta que era viernes y en plena “vuelta”. Empezaba a oler a fin de semana en el micro centro, y en la cronista rondaba la sensación de tener más interrogantes que hacía dos horas atrás.
Empecemos por el comienzo.

Es importante marcar que la primera impresión de esta persona fue de alguien muy serio y erradamente se pensó que era distante. Al ingresar a la sala de reuniones del primer piso de Radio Nacional, se ve una pizarra donde dice “Viva Perón! Viva Eva Perón! Aguante Kristina!”. De espaldas a esta pizarra, pero se sienta, manteniendo aún su cara seria. Y sí, es un hombre serio y tímido, o al menos eso parece. Sin embargo la charla fue amena y entre risas.
Eduardo Anguita nació en Buenos Aires en 1953. Sus padres, ambos del barrio de Flores, se conocieron en un baile del club Italiano y provenían de familias más o menos acomodadas. Según cuenta el periodista y escritor, su infancia se sucedió en un ambiente de clase media porteña. “No eran de familias de inmigrantes muy pobres sino de inmigrantes que les habían ido más o menos bien, con lo cuál no fue la escuela del trabajo y del sacrificio la que yo mamé de chiquito”. Deja en claro que no eran ricos, pero podían pensar a donde ir de vacaciones.
Su padre había estudiado ingeniería pero por decisión propia no se recibió. Su madre era maestra, pero nunca tuvo que trabajar fuera de su hogar hasta que se separó del marido, cuando Eduardo tenía 16 años. “Se habían separado mis viejos y eso para mí fue una marca de la adolescencia” asegura Anguita. Sin embargo este fue uno de los motivos que lo impulsó a iniciarse en la militancia a fines de los ´60. Cuenta que su ingreso al Ejército Revolucionario del Pueblo (E.R.P.) junto a varios compañeros fue progresivo y se dio en un momento especial. En 1966, con el Golpe de Estado de Juan Carlos Onganía pisándole los talones, Anguita llegó al Colegio Nacional de Buenos Aires. Entre risas, cuenta que sus padres lo mandaban ahí porque su hermano, que era “más piola” comenzaba ese mismo año. Relata cómo “en el trayecto al colegio veía tanques” al cruzar necesariamente por Plaza de Mayo cuando tenía apenas 13 años. A los pocos meses intervinieron la Universidad de Buenos Aires y sucedió la trágica Noche de los Bastones Largos a 200 metros de su escuela. Al año siguiente, mientras asesinaban al Comandante Ernesto "Che" Guevara en Bolivia, Anguita empezaba a acercarse a los Curas del Tercer Mundo de la mano de Carlos Mujica, “sin saber lo que significaba” en ese momento. “Muchas cosas que tenían que ver con la vida dictatorial. Estas cosas a mi me pusieron radicalmente en un terreno que yo no manejaba. Me impulso muchísimo, no solo a mí sino a muchos otros chicos y chicas, fue algo contagiado.”
La vida en el Nacional de Buenos Aires no dejó de ser agitada. El joven muchacho vivió conjuntamente entre sus pasillos el duelo interior por la separación de sus padres y el vértigo del Cordobaza del ´69. Gracias a la exigencia del Nacional, Eduardo empezó a cambiar figuritas con los más importantes filósofos y políticos de todos los tiempos como Marx y Lenin. También recorrió los escritos de argentinos como Hernández Arregui y conformó grupos donde tomaban cursos de filosofía con personas de renombre de la época como León Rozitchner. “Un día fuimos a una Asamblea universitaria para escuchar y hacer contactos y nos encontramos con uno que era del club de rugby y nos dijo que había entrado al ERP”. Esas Asambleas, realizadas en la CGT de los Argentinos y donde se codearon con personas como Rodolfo Walsh, fueron el nacimiento de la militancia y el incipiente origen de su pensamiento político.
¿Por qué eligieron el ERP? “Estábamos a la búsqueda, de alguna organización que sintiéramos que nos representaba, en la cual queríamos participar. Con una idea muy combatiente, era una idea muy guerrillerista. En el ´71 todo este grupo constituimos la agrupación estudiantil, el PRT que era del partido (…) Yo estuve 3 años militando y muchos otros compañeros estuvieron menos porque caían presos”. Esto merece un párrafo a parte y un relato con las propias palabras del protagonista.
En 1973, Eduardo Anguita junto a varios compañeros cayeron presos durante el asalto a un cuartel para robar armas; las cuales serían destinadas a los sucesos de Tucumán al año siguiente. Pero de esa operación, Anguita no llegó a participar. “Yo caí preso en Septiembre del ´73 y con los que cayeron en Enero del ´74 constituimos un grupo que nos mantuvieron durante mucho tiempo, juntitos. Hasta el Golpe del ´76. Y después, fue un desastre.” En la sala de Radio Nacional, la cara de Anguita, lógicamente volvió a ser un poco seria como al principio. “La cárcel es un lugar que te ayuda a pensar muchísimo. En todos estos años nadie se me acerco y me preguntó si eso es una buena escuela de vida. Y el hecho de que nadie se fije en eso indica que vivimos en una sociedad muy opaca”. Como se ve, la critica social nunca falta en Anguita. Al preguntarle sobre las sensaciones vividas durante el encierro, luego de un prolongado silencio, encontró algunas palabras que le sirvieron para responder, un poco al paso, esa pregunta. “Es difícil responder eso rápidamente (…) Las situaciones extremas y prolongadas o te desquician completamente o te dan una fortaleza muy particular Esa idea de solidaridad que teníamos entre nosotros nos ayudó a sobrepasar momentos horrorosos. Y a parte la inducción a enloquecernos era explícita, te decían “ustedes salen muertos, putos o locos”. Agrega que se preparaban mentalmente para no sufrir ni tener miedo, “esto, era un A B C”.
Cierto día, el padre de Eduardo llegó al penal a visitarlo, solo. Le contó del secuestro de su madre. Padre e hijo supieron en ese momento que lo sucedido era algo muy probable; no había resignación pero sí lo tenían contemplado teniendo en cuenta las amenazas que su madre había recibido. Eduardo nunca más vio a su mamá en carne y hueso, pero hasta hace algunos años le hizo honor con el Hogar para chicos de la calle de la Asociación Civil Matilde Vara. Muchos años después de la vuelta de la democracia, cuando el Estado lo indemniza por la desaparición de su madre, Anguita junto a un grupo de personas deciden abrir este espacio para la protección de sectores abandonados. “Yo había adoptado un chico, y mi idea de hacer un trabajo con niños en riesgo estaba más o menos decidida, y pude formalizarla”.
Otra de las cosas positivas que salió de tanto palo y cárcel vivida, fue el nombre del libro de tres tomos que escribió junto a Martín Caparros, “La Voluntad”. Según contó el entrevistado, durante esta época de encierro los compañeros trataban de cerrarse en ellos y desarrollar su propia voluntad, para no permitir que los militares les sacudieran sus ideas. “En esas situaciones sabes que tus coordenadas no son ni el tiempo ni el espacio, porque estas encerrado y manejan tu tiempo. Entonces desarrollas mucho la voluntad, y pensás “en mis deseos, en mis convicciones, en mi voluntad, no entran”. Esto por supuesto te produce un cayo muy duro, porque después en tu voluntad no entran sentimientos, no entran otros vínculos. Te endureces, te enceras en un montón de cosas que eso si te puede acompañar durante toda la vida”.


Anguita, el periodista


Anguita le busca una explicación al porqué de estudiar comunicación social. Y es difícil encontrarla, pero su elección fue certera. Al escucharlo da la impresión de que Eduardo encontró en esta profesión, el espacio para decir y hacer tantas cosas que tenía en su cabeza hacía tiempo. Y porque no, encontró también el refugio de muchos valores y principios que la dictadura de 1976 acalló. “Me habían ofrecido entrar en una revista, así que entre. Se creaba la carrera de comunicación, con gente muy interesante”. Y allí estaba él, con las enormes ganas de un principiante, dispuesto a formarse, “muy decidido a ir de a pasos”. Se recibió de la Universidad Nacional de Buenos Aires y no solo ejerció su profesión en diversos medios gráficos, radiales y televisivos sino que escribió siete libros, entre ellos una novela. En la actualidad dirige el semanario Miradas al Sur, conduce Carbono 14, de lunes a viernes de 14 a 16:45 por Radio Nacional y da clases en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Dejando estos datos de lado, esenciales para una entrevista, Anguita demostró ser un hombre de principios. O por lo menos que a lo largo de los años, habiendo vivido extremas situaciones que a muchos hicieron olvidar su esencia, sigue manteniendo sus ideales y buscando expresarlos ante cualquier luz roja que indique “EN EL AIRE”. Las palabras que salen de su boca, no dejan mentir a la cronista: “Lo que me parece importante es 25 años después si el camino que elegimos muchos de los que habíamos pasado por el exilio, la cárcel o una situación de exilio interior fue un camino que tenia que ver con un cierto compromiso con valores humanos, con la sociedad. Y de algún modo siento que contribuir a eso desde el periodismo es algo posible”. Y esta es la parte más interesante de Anguita.
El periodista comenta que varias veces le ofrecieron hacer programas dedicados a problemas sociales, pero por diferencias políticas de los que lo convocaron, no llegaron a concretarse. Sin embargo, por su cuenta se metió en el mundo cartonero, entre los chicos de la calle, escribió libros sobre ellos, se dedicó a estudiar y a aprender de estas experiencias. Pero sobre todo se dio cuenta de que practicar este periodismo era casi una vanguardia en la Argentina. “No hay antecedentes de meterse en un lugar donde hay 100 mil habitantes sumergidos en la exclusión donde se puede diseñar un problema comunicacional. Armar radios, que la gente haga sus películas, que saque sus folletitos. Y estimular para que esto se de”. En su opinión, esto no es imposible de lograr, pero es muy difícil encontrar gente de los grandes medios dispuesta a salirse de ellos: “toda esta cosa farandulera que tenemos de los premios, las investigaciones, la plata”. Pero para él, hacer comunicación social en los barrios, como lo fue la cárcel en su momento, es una escuela de vida. “Si el día de mañana yo no tengo espacio en los medios para hacer una cosa que realmente crea que tenga cierta incidencia, cierto valor comunicacional, y creo que tengo cosas para decir y experiencia como para hacerlo. Si no tuviera eso y si me dan las fuerzas materiales y morales me dedicaría de nuevo a la militancia social con chicos o con poblaciones postergadas”; Anguita, por él mismo.
Se hace cargo de estar trabajando en una Radio que es pública pero “es del gobierno”, y tiene la idea de terminar con eso. “Hoy los que seleccionan son gente del gobierno. Y no me parece que este mal, es un gobierno democrático, legitimo y no tiene porque ser un enemigo de los periodistas (…) En lo que si tengo principios es en que hago un tipo de periodismo junto a colegas que hagan un periodismo con la verdad, con principios éticos, que tenga valentía a la hora de entrevistar o decir cosas a favor o en contra del gobierno”.


La radio del barrio

La cronista tuvo la necesidad de preguntar sobre la esperada nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en reemplazo de la Ley de la dictadura. “Esta ley podría ser un estimulo, porque va a tener que cultivarse el gobierno, el Estado mismo para pensar de qué estamos hablando cuando hablamos de licencias para las organizaciones no gubernamentales. Por ahora es un slogan, pero cuando después bajas a al práctica ¿qué pasa? ¿Se las das al puntero del intendente para que junte votos, al tipo de la iglesia para que no te pegue el obispo, o a un grupo de pibes que son unos marginados y en realidad son los pibes chorros?”. Anguita tiene la convicción de que nuestro país está pasando por un momento particular “donde se enjuició a los genocidas, se rompió con el Fondo (Monetario Internacional), donde ahora se esta intentando romper con los monopolios de la información”. Pero también es conciente de que hay muchas cosas que quedan por hacer: “no se termino con el individualismo de la sociedad ni con la idea de que los que pueden hacer política son gente rica”.
Sin embargo los contras del Gobierno Nacional no posicionan a Anguita en la vereda de enfrente. Un nuevo marco legislativo para los medios de comunicación, significan una deuda de la democracia, para el periodista. “La idea es que con el correr del tiempo esto sea una cosa que ayude a la sociedad a verse en el espejo y a reconocerse como es. Vas a tener una radio que no va a ser Radio Mitre, no va a ganar plata, no va a tener rating, pero va a ser la radio del barrio (…) Y si te vas a meter e las ONG te vas a meter entre los sumergidos. Es un desafío”.
Como tantos sectores que hace mucho tiempo vienen promoviendo el debate para una nueva Ley, Eduardo Anguita apoya la idea de darle protagonismo a los sectores sociales mas castigados durante tantos años. “Castigados hasta al punto de genocidio en algunos casos y otros que han sido ignorados y llevados a un nivel de miseria económica y cultural sin precedentes en la historia Argentina”. Y agrega: “es la sociedad fragmentada, conflictiva y hecha mierda que tenemos”.
Para ir terminando, la cronista espera haber podido interpretar bien lo expuesto por el entrevistado. También que estas sensaciones se trasladen al lector y se pueda conocer más a cerca de un niño de clase media porteña, que pasó por el Nacional de Buenos Aires, militó en el E.R.P., estuvo preso casi 11 años y se recibió de Periodista en la UBA. De sus años de militancia, Anguita rescata algunas cuestiones, que sirven de reflexión para el cotidiano actual. La búsqueda de valores humanos más solidarios, más protagonistas, “más activos que los que propone esta sociedad híper pasiva.”. Asegura que él y sus compañeros de militancia, fueron paridos por la sociedad de ese momento, impulsados por un contexto latinoamericano de revolución. También cree que fueron años muy intensos y que el militarismo de la época jugó en contra. “Hubo una sobrevaloración del método armado primero en el sentido de que a un Ejército regular y establecido se lo podía combatir, en un país como este con guerrillas irregulares. Y segundo creer que la valentía que te da el hecho de arriesgar la vida, es un factor que permanentemente te da hombres nuevos. El hombre se hace construyendo trabajo solidario, voluntario, equidad, un Estado que busque igualdad y mucha educación”.
Así, nos retiramos de Radio Nacional, con las ganas de volver. Y las incógnitas, pero sobre todo las reflexiones, empiezan a andar.

5 comentarios:

  1. copada la nota, copado el personaje...

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  2. Nos conocemos hace rato y aun no te habia leido..
    que bueno esto de compartir historias.
    Beso Grande.

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  3. Si, allí estaremos!!

    Da saca las fotos y yo escribo los textos


    nos vemos el sábado!
    llevarás mermeladas??

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