sábado, 1 de mayo de 2010

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martes, 17 de noviembre de 2009

Mafia policial. La muerte, una decisión


*Por Lucía Díaz

*Foto: Gisela Assinnato


Después de 15 años el caso Gutiérrez volvió a resurgir. Había sido asesinado el 29 de Agosto de 1994 en el tren Roca a la altura de la estación Sarandí. Era subcomisario de la Policía Bonaerense y estaba investigando, por fuera de la fuerza, un depósito de la aduana paralela que ingresaba drogas en automóviles al país. En 1998, finalizado el juicio y absuelto su único acusado Daniel Chiquito Santillán, el periodista Daniel Otero investigó el caso y concluyó en un libro de investigación: “Maten a Gutiérrez, un crimen de la aduana paralela”. En una entrevista con él, asegura “acá se tomó la decisión de que esto quede impune”.

¿Cómo fue la primera aproximación al tema?

Daniel Otero:Por televisión. Recuerdo que esa fue la primera vez, pero no me llamó la atención, era un policial y nada más. Cuando estaba haciendo el libro de Duhalde (El entorno, la trama íntima del aparato duhaldista y sus punteros; 1997), simultáneamente se estaba desarrollando la Comisión Investigadora sobre la Aduana paralela de la Cámara de Diputados de la Nación. Y había un universo de temas que trataba esta Comisión, por ejemplo los que se vinculaban con la Zona Franca de La Plata, con el puerto de Dock Sud, con depósitos fiscales. Ahí tenía gente que me filtraba toda la información, las actas directamente. Me hice de 10 ó 15 actas de declaraciones. Me empezó a llegar información vinculada con el caso Gutiérrez. Había personajes paradigmáticos del universo duhaldista como Klodzyck, “el mejor jefe de la mejor policía del mundo”, era un tipo interesante. También Piotti. Y quienes preguntaban eran Diputados Nacionales con una actitud bastante interesante. Era buena información. En este contexto empecé a conocer el caso, ya había sucedido el juicio donde habían absuelto al único acusado, Santillán.

Por otro lado, me acuerdo de que una vez Bernardo Neustad había dicho algo así como “los que se preocupan por los derechos Humanos, siempre se preocupan por los derechos humanos de la gente de izquierda, de los subversivos, de los terroristas. Pero nunca se preocupan cuando un policía es asesinado”. Eso lo dijo mucho antes, pero siempre me quedo picando. Durante mucho tiempo estuve en Amnistía Internacional. Y al escuchar eso, pensé que este tipo no entendía nada de derechos humanos. Un mínimo conocimiento de derecho internacional permite entender cómo funcionan los derechos humanos. Existe la Convención Internacional de Derechos Humanos. Cuando un país adhiere a una Convención, adquiere un compromiso y a partir de ahí está obligado a respetarla. Por lo tanto, el Estado Argentino está obligado a respetar los derechos humanos de los ciudadanos. Pero los ciudadanos no están obligados a respetar los derechos humanos de nadie, uno lo hace porque es bueno. Y si no lo hace termina preso, pero no hay una obligación legal. Un funcionario policial cuando hace lo mismo que un “chorro”, cuando mata, ahí sí está violando los derechos humanos. Porque hay un compromiso desde el funcionario como parte del Estado de respetar y garantizar los derechos humanos. Entonces el planteo de Neustad no tiene lógica, es nulo. Pero sirve a los efectos de vender una ideología. Entonces mi plan de hacer esta investigación era demostrarle que a los que nos interesan los derechos humanos también podemos investigar la muerte de un policía. Ahora que me decís vos cuando a un policía lo mata otro policía.”

Policías que matan policías. Ese era uno de los atractivos del caso. Durante la investigación y el juicio por el asesinato del subcomisario Jorge Gutiérrez, aparecieron solo dos testigos del hecho: Alejandra Chumbita y David Conejo Silva. Ambos testimonios coincidían en que habían sido dos los asesinos del subcomisario de la Comisaría 2º de Avellaneda. Y que estas personas, también eran policías. Chiquito Santillán, era uno de ellos, oficial de la Policía Federal. Pero el tribunal no encontró las suficientes pruebas como para condenarlo, y lo absolvió cuando los dos testigos del hecho lo habían reconocido.

El segundo asesino nunca fue investigado ni mucho menos condenado por el tribunal. Otero en su libro, devela el verdadero nombre de esta persona, del cuál solo se conocía su apodo: Francisco Colorado Mostajo. Cuando el periodista editó su libro (1998), el caso ya había sido cerrado y el juez platense Guillermo Atencio nunca le consultó sobre la identidad del segundo asesino. “El juez Atencio nunca me preguntó cuál era el apellido correspondiente a la M. Se lo llevé yo a él el libro en los originales, antes de que salga. Fui con dos ejemplares temiendo que nieguen que lo entregué o que perdieran hojas. Lo tuve a Atencio firmándome hoja por hoja. Del mismo modo que Atencio nunca me llamó, Clarín se enteró después de 10 años, de que a Gutiérrez lo mataron en condiciones “sospechosas”. Después de 10 años habla de Mostajo, cuando el libro ya fue publicado”.

¿Cuál era tu objetivo cuando empezaste a investigar?

D.O: “Mi objetivo era contar la mafia policial. El tema ahí es la policía que mata policía. Y cómo las cúpulas de las dos fuerzas policiales más importantes de la Argentina ante un crimen se ponen de acuerdo. Hay una ingeniería de impunidad, la impunidad fue una decisión. No es que la investigación salio mal, acá se tomó la decisión de que esto quede impune. Esto está probado, la participación de las cúpulas de las dos policías en función de que nunca se esclarezca, eso surge de la causa. Testigos que no fueron llamados a declarar, testigos que fueron llamados y nos se le hicieron las preguntas correctas. Otros que antes de subir al estrado les pusieron un revólver en la boca. Fue en los mismos tribunales de La Plata, en la sala de espera y a 5 metros de los jueces. (…) Se reabrió en varias oportunidades la causa y siempre la decisión de la impunidad volvió a prevalecer. Es gravísimo, porque si la muerte de un propio integrante de las fuerzas, que deben esclarecer, en un hecho de esta naturaleza trabajan para el ocultamiento, ¿qué le espera a una persona cualquier que se cruza con una situación así? Hay armado alrededor del núcleo central de la causa, pequeños armados de causas siempre en función de la impunidad.”

Durante el juicio, el ejemplo bien claro de este ocultamiento que habla Otero fue con respecto al fiscal. Carlos Graciano quien solicitó la pena de reclusión perpetua, fue remplazado dos semanas antes del juicio, sin darse ninguna explicación de este cambio. Asumió la fiscalía entonces Rubén Sarlo, quien provenía de la Justicia federal. El nuevo fiscal, había solicitado la misma pena para el acusado Santillán, pero cuando el tribunal lo absolvió, él no apeló. El caso quedó impune. No había asesinos. No había motivos. No había testigos. Pero había un muerto: Gutiérrez.

El subcomisario estaba investigando el depósito fiscal Defisa, a pocos metros de su lugar de trabajo. Allí, sospechaba encontrar drogas entradas al país por la aduana paralela adentro de Fiar Ducato. Para su investigación, Otero sacó algunas fotos del lugar, publicadas en el libro e hizo una serie de llamadas telefónicas. Mediante ellas, comprobó que el jefe de seguridad del lugar, Carlos Duque Gallone, era el mismo que durante la dictadura militar había estado involucrado en los grupos de tareas de la Superintendencia de Seguridad Federal. “Hice una serie de llamados para comprobar que el jefe de la custodia es un represor de la dictadura. Que a su vez forma parte del engranaje de los que en los años ´90, y ahora también, formaron parte de la Policía Federal, eran los que pateaban puertas en los ´70. Y ¿Cómo probas que Gallone estaba vinculado con esta empresa? Llamas por teléfono diciendo “¿Lo viste a Gallone?”. (Risas)




El periodismo de investigación hoy

Daniel Otero: “El trabajo en un medio de comunicación real es muy distinto a los conocimientos que tenes en la teoría. No digo que está de más, pero después cuando lo vas a aplicar es otra cosa (…) No hay un decálogo de cómo hacer una investigación periodística, salvo algo básico. Después vas aprendiendo que seleccionar de toda la información e ir definiendo hacia dónde se orienta. Para mí hay una cosa central: se dice periodismo de investigación. Si no es investigación no es periodismo. Vamos a suponer que existe un periodismo de investigación y uno que es de no investigación. Entonces ¿qué hace este último? Repite, pega cosas, es sujeto de presiones políticas…si no hay investigación no hay periodismo. Lo que varia es la magnitud, si vas a escribir un libro, no investigas lo mismo que si vas a hacer una nota de 70 líneas. Pero vos tuviste que investigar.”

“Son centrales. Hay que diferenciar fuentes de amigos. Las fuentes pueden ser buenas personas y seres despreciables. No es el listado de conocidos que vas a invitar a tu cumpleaños. Cuantas más fuentes hay, mejor. Aunque sean criminales, malandras no importa, suma. Son las entrevistas más ricas, cuando hablas con un policía que mató a 50 tipos. Y pensar cómo hacer para sacarle cosas. Hay que cuidarlas también, en el sentido de respetar la palabra. Si vos acordas que te dan un dato pero piden no nombrarlo, no hay que nombrarlo. Esto pasa mucho en la política, en los ámbitos judiciales que por el cargo que ocupan no pueden filtrar algo. Y hay que cuidarlas porque no sabes cuando la vas a volver a necesitar o el tipo se entera de algo y te llama. Porque respetaste lo que se acordó. Después en realidad, la información te viene si vos estas afinado con el tema”.

¿Existen riesgos en una investigación? ¿Qué haces para prevenirlos?

D.O: “Es un tema en donde se sanatea mucho. Corrés riesgos en determinadas circunstancias, pero como en cualquier profesión. Uno eligió esto, pero no digo que sean las reglas del juego. Tenés que saber dónde te estas metiendo. En mi caso era algo delicado, era gente fea. Más o menos uno tiene que saber a donde se está metiendo, ir tanteando la situación, las reacciones. Y si ocurre algo saber cómo reaccionar. Pero hay mucho tipo que se pone en víctima. Hay casos que son públicos de periodistas que uno o dos días antes de que se publiquen su libro son secuestrados una o dos horas y los pasean. Y no les pasa nada, yo me digo “que casualidad que justo te secuestren, no te pase nada, te larguen rápido”. Hay estrategias de marketing burdas. Con esto no niego que ocurran cosas pero está tan bastardeado, se ha convertido en un instrumento de marketing. Que sea riesgoso no significa que no hay que hacerlo, sino que hay que hacerlo con más precauciones. Para el caso de Gutiérrez, la primera precaución que tomé fue que se enterara la menor cantidad de gente de lo que estaba investigando. La familia lo sabía, la Comisión Investigadora también, pero tampoco que se entere todo el mundo. Si llamo a los malos no les digo para que es.” (Risas)

sábado, 19 de septiembre de 2009

Eduardo Anguita: “Me dedicaría de nuevo a la militancia social”






*Por Lucía Díaz




“Hasta luego chicas, un gusto. Escriban mails”. Esas fueron las últimas palabras del encuentro. Se despidió con un cálido beso para cada una y una tímida sonrisa en la cara. Salió apuradísimo, por las puertas vidriadas de Radio Nacional, en la calle Maipú al 500. Paró un taxi al pasar, y se subió. Eran las 18:10, y hacía ya 10 minutos que estaba llegando tarde a la presentación de un nuevo libro en otra parte de la ciudad. Por esas horas, la Capital de la Argentina se torna de un color distinto. Más si se tiene en cuenta que era viernes y en plena “vuelta”. Empezaba a oler a fin de semana en el micro centro, y en la cronista rondaba la sensación de tener más interrogantes que hacía dos horas atrás.
Empecemos por el comienzo.

Es importante marcar que la primera impresión de esta persona fue de alguien muy serio y erradamente se pensó que era distante. Al ingresar a la sala de reuniones del primer piso de Radio Nacional, se ve una pizarra donde dice “Viva Perón! Viva Eva Perón! Aguante Kristina!”. De espaldas a esta pizarra, pero se sienta, manteniendo aún su cara seria. Y sí, es un hombre serio y tímido, o al menos eso parece. Sin embargo la charla fue amena y entre risas.
Eduardo Anguita nació en Buenos Aires en 1953. Sus padres, ambos del barrio de Flores, se conocieron en un baile del club Italiano y provenían de familias más o menos acomodadas. Según cuenta el periodista y escritor, su infancia se sucedió en un ambiente de clase media porteña. “No eran de familias de inmigrantes muy pobres sino de inmigrantes que les habían ido más o menos bien, con lo cuál no fue la escuela del trabajo y del sacrificio la que yo mamé de chiquito”. Deja en claro que no eran ricos, pero podían pensar a donde ir de vacaciones.
Su padre había estudiado ingeniería pero por decisión propia no se recibió. Su madre era maestra, pero nunca tuvo que trabajar fuera de su hogar hasta que se separó del marido, cuando Eduardo tenía 16 años. “Se habían separado mis viejos y eso para mí fue una marca de la adolescencia” asegura Anguita. Sin embargo este fue uno de los motivos que lo impulsó a iniciarse en la militancia a fines de los ´60. Cuenta que su ingreso al Ejército Revolucionario del Pueblo (E.R.P.) junto a varios compañeros fue progresivo y se dio en un momento especial. En 1966, con el Golpe de Estado de Juan Carlos Onganía pisándole los talones, Anguita llegó al Colegio Nacional de Buenos Aires. Entre risas, cuenta que sus padres lo mandaban ahí porque su hermano, que era “más piola” comenzaba ese mismo año. Relata cómo “en el trayecto al colegio veía tanques” al cruzar necesariamente por Plaza de Mayo cuando tenía apenas 13 años. A los pocos meses intervinieron la Universidad de Buenos Aires y sucedió la trágica Noche de los Bastones Largos a 200 metros de su escuela. Al año siguiente, mientras asesinaban al Comandante Ernesto "Che" Guevara en Bolivia, Anguita empezaba a acercarse a los Curas del Tercer Mundo de la mano de Carlos Mujica, “sin saber lo que significaba” en ese momento. “Muchas cosas que tenían que ver con la vida dictatorial. Estas cosas a mi me pusieron radicalmente en un terreno que yo no manejaba. Me impulso muchísimo, no solo a mí sino a muchos otros chicos y chicas, fue algo contagiado.”
La vida en el Nacional de Buenos Aires no dejó de ser agitada. El joven muchacho vivió conjuntamente entre sus pasillos el duelo interior por la separación de sus padres y el vértigo del Cordobaza del ´69. Gracias a la exigencia del Nacional, Eduardo empezó a cambiar figuritas con los más importantes filósofos y políticos de todos los tiempos como Marx y Lenin. También recorrió los escritos de argentinos como Hernández Arregui y conformó grupos donde tomaban cursos de filosofía con personas de renombre de la época como León Rozitchner. “Un día fuimos a una Asamblea universitaria para escuchar y hacer contactos y nos encontramos con uno que era del club de rugby y nos dijo que había entrado al ERP”. Esas Asambleas, realizadas en la CGT de los Argentinos y donde se codearon con personas como Rodolfo Walsh, fueron el nacimiento de la militancia y el incipiente origen de su pensamiento político.
¿Por qué eligieron el ERP? “Estábamos a la búsqueda, de alguna organización que sintiéramos que nos representaba, en la cual queríamos participar. Con una idea muy combatiente, era una idea muy guerrillerista. En el ´71 todo este grupo constituimos la agrupación estudiantil, el PRT que era del partido (…) Yo estuve 3 años militando y muchos otros compañeros estuvieron menos porque caían presos”. Esto merece un párrafo a parte y un relato con las propias palabras del protagonista.
En 1973, Eduardo Anguita junto a varios compañeros cayeron presos durante el asalto a un cuartel para robar armas; las cuales serían destinadas a los sucesos de Tucumán al año siguiente. Pero de esa operación, Anguita no llegó a participar. “Yo caí preso en Septiembre del ´73 y con los que cayeron en Enero del ´74 constituimos un grupo que nos mantuvieron durante mucho tiempo, juntitos. Hasta el Golpe del ´76. Y después, fue un desastre.” En la sala de Radio Nacional, la cara de Anguita, lógicamente volvió a ser un poco seria como al principio. “La cárcel es un lugar que te ayuda a pensar muchísimo. En todos estos años nadie se me acerco y me preguntó si eso es una buena escuela de vida. Y el hecho de que nadie se fije en eso indica que vivimos en una sociedad muy opaca”. Como se ve, la critica social nunca falta en Anguita. Al preguntarle sobre las sensaciones vividas durante el encierro, luego de un prolongado silencio, encontró algunas palabras que le sirvieron para responder, un poco al paso, esa pregunta. “Es difícil responder eso rápidamente (…) Las situaciones extremas y prolongadas o te desquician completamente o te dan una fortaleza muy particular Esa idea de solidaridad que teníamos entre nosotros nos ayudó a sobrepasar momentos horrorosos. Y a parte la inducción a enloquecernos era explícita, te decían “ustedes salen muertos, putos o locos”. Agrega que se preparaban mentalmente para no sufrir ni tener miedo, “esto, era un A B C”.
Cierto día, el padre de Eduardo llegó al penal a visitarlo, solo. Le contó del secuestro de su madre. Padre e hijo supieron en ese momento que lo sucedido era algo muy probable; no había resignación pero sí lo tenían contemplado teniendo en cuenta las amenazas que su madre había recibido. Eduardo nunca más vio a su mamá en carne y hueso, pero hasta hace algunos años le hizo honor con el Hogar para chicos de la calle de la Asociación Civil Matilde Vara. Muchos años después de la vuelta de la democracia, cuando el Estado lo indemniza por la desaparición de su madre, Anguita junto a un grupo de personas deciden abrir este espacio para la protección de sectores abandonados. “Yo había adoptado un chico, y mi idea de hacer un trabajo con niños en riesgo estaba más o menos decidida, y pude formalizarla”.
Otra de las cosas positivas que salió de tanto palo y cárcel vivida, fue el nombre del libro de tres tomos que escribió junto a Martín Caparros, “La Voluntad”. Según contó el entrevistado, durante esta época de encierro los compañeros trataban de cerrarse en ellos y desarrollar su propia voluntad, para no permitir que los militares les sacudieran sus ideas. “En esas situaciones sabes que tus coordenadas no son ni el tiempo ni el espacio, porque estas encerrado y manejan tu tiempo. Entonces desarrollas mucho la voluntad, y pensás “en mis deseos, en mis convicciones, en mi voluntad, no entran”. Esto por supuesto te produce un cayo muy duro, porque después en tu voluntad no entran sentimientos, no entran otros vínculos. Te endureces, te enceras en un montón de cosas que eso si te puede acompañar durante toda la vida”.


Anguita, el periodista


Anguita le busca una explicación al porqué de estudiar comunicación social. Y es difícil encontrarla, pero su elección fue certera. Al escucharlo da la impresión de que Eduardo encontró en esta profesión, el espacio para decir y hacer tantas cosas que tenía en su cabeza hacía tiempo. Y porque no, encontró también el refugio de muchos valores y principios que la dictadura de 1976 acalló. “Me habían ofrecido entrar en una revista, así que entre. Se creaba la carrera de comunicación, con gente muy interesante”. Y allí estaba él, con las enormes ganas de un principiante, dispuesto a formarse, “muy decidido a ir de a pasos”. Se recibió de la Universidad Nacional de Buenos Aires y no solo ejerció su profesión en diversos medios gráficos, radiales y televisivos sino que escribió siete libros, entre ellos una novela. En la actualidad dirige el semanario Miradas al Sur, conduce Carbono 14, de lunes a viernes de 14 a 16:45 por Radio Nacional y da clases en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
Dejando estos datos de lado, esenciales para una entrevista, Anguita demostró ser un hombre de principios. O por lo menos que a lo largo de los años, habiendo vivido extremas situaciones que a muchos hicieron olvidar su esencia, sigue manteniendo sus ideales y buscando expresarlos ante cualquier luz roja que indique “EN EL AIRE”. Las palabras que salen de su boca, no dejan mentir a la cronista: “Lo que me parece importante es 25 años después si el camino que elegimos muchos de los que habíamos pasado por el exilio, la cárcel o una situación de exilio interior fue un camino que tenia que ver con un cierto compromiso con valores humanos, con la sociedad. Y de algún modo siento que contribuir a eso desde el periodismo es algo posible”. Y esta es la parte más interesante de Anguita.
El periodista comenta que varias veces le ofrecieron hacer programas dedicados a problemas sociales, pero por diferencias políticas de los que lo convocaron, no llegaron a concretarse. Sin embargo, por su cuenta se metió en el mundo cartonero, entre los chicos de la calle, escribió libros sobre ellos, se dedicó a estudiar y a aprender de estas experiencias. Pero sobre todo se dio cuenta de que practicar este periodismo era casi una vanguardia en la Argentina. “No hay antecedentes de meterse en un lugar donde hay 100 mil habitantes sumergidos en la exclusión donde se puede diseñar un problema comunicacional. Armar radios, que la gente haga sus películas, que saque sus folletitos. Y estimular para que esto se de”. En su opinión, esto no es imposible de lograr, pero es muy difícil encontrar gente de los grandes medios dispuesta a salirse de ellos: “toda esta cosa farandulera que tenemos de los premios, las investigaciones, la plata”. Pero para él, hacer comunicación social en los barrios, como lo fue la cárcel en su momento, es una escuela de vida. “Si el día de mañana yo no tengo espacio en los medios para hacer una cosa que realmente crea que tenga cierta incidencia, cierto valor comunicacional, y creo que tengo cosas para decir y experiencia como para hacerlo. Si no tuviera eso y si me dan las fuerzas materiales y morales me dedicaría de nuevo a la militancia social con chicos o con poblaciones postergadas”; Anguita, por él mismo.
Se hace cargo de estar trabajando en una Radio que es pública pero “es del gobierno”, y tiene la idea de terminar con eso. “Hoy los que seleccionan son gente del gobierno. Y no me parece que este mal, es un gobierno democrático, legitimo y no tiene porque ser un enemigo de los periodistas (…) En lo que si tengo principios es en que hago un tipo de periodismo junto a colegas que hagan un periodismo con la verdad, con principios éticos, que tenga valentía a la hora de entrevistar o decir cosas a favor o en contra del gobierno”.


La radio del barrio

La cronista tuvo la necesidad de preguntar sobre la esperada nueva Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en reemplazo de la Ley de la dictadura. “Esta ley podría ser un estimulo, porque va a tener que cultivarse el gobierno, el Estado mismo para pensar de qué estamos hablando cuando hablamos de licencias para las organizaciones no gubernamentales. Por ahora es un slogan, pero cuando después bajas a al práctica ¿qué pasa? ¿Se las das al puntero del intendente para que junte votos, al tipo de la iglesia para que no te pegue el obispo, o a un grupo de pibes que son unos marginados y en realidad son los pibes chorros?”. Anguita tiene la convicción de que nuestro país está pasando por un momento particular “donde se enjuició a los genocidas, se rompió con el Fondo (Monetario Internacional), donde ahora se esta intentando romper con los monopolios de la información”. Pero también es conciente de que hay muchas cosas que quedan por hacer: “no se termino con el individualismo de la sociedad ni con la idea de que los que pueden hacer política son gente rica”.
Sin embargo los contras del Gobierno Nacional no posicionan a Anguita en la vereda de enfrente. Un nuevo marco legislativo para los medios de comunicación, significan una deuda de la democracia, para el periodista. “La idea es que con el correr del tiempo esto sea una cosa que ayude a la sociedad a verse en el espejo y a reconocerse como es. Vas a tener una radio que no va a ser Radio Mitre, no va a ganar plata, no va a tener rating, pero va a ser la radio del barrio (…) Y si te vas a meter e las ONG te vas a meter entre los sumergidos. Es un desafío”.
Como tantos sectores que hace mucho tiempo vienen promoviendo el debate para una nueva Ley, Eduardo Anguita apoya la idea de darle protagonismo a los sectores sociales mas castigados durante tantos años. “Castigados hasta al punto de genocidio en algunos casos y otros que han sido ignorados y llevados a un nivel de miseria económica y cultural sin precedentes en la historia Argentina”. Y agrega: “es la sociedad fragmentada, conflictiva y hecha mierda que tenemos”.
Para ir terminando, la cronista espera haber podido interpretar bien lo expuesto por el entrevistado. También que estas sensaciones se trasladen al lector y se pueda conocer más a cerca de un niño de clase media porteña, que pasó por el Nacional de Buenos Aires, militó en el E.R.P., estuvo preso casi 11 años y se recibió de Periodista en la UBA. De sus años de militancia, Anguita rescata algunas cuestiones, que sirven de reflexión para el cotidiano actual. La búsqueda de valores humanos más solidarios, más protagonistas, “más activos que los que propone esta sociedad híper pasiva.”. Asegura que él y sus compañeros de militancia, fueron paridos por la sociedad de ese momento, impulsados por un contexto latinoamericano de revolución. También cree que fueron años muy intensos y que el militarismo de la época jugó en contra. “Hubo una sobrevaloración del método armado primero en el sentido de que a un Ejército regular y establecido se lo podía combatir, en un país como este con guerrillas irregulares. Y segundo creer que la valentía que te da el hecho de arriesgar la vida, es un factor que permanentemente te da hombres nuevos. El hombre se hace construyendo trabajo solidario, voluntario, equidad, un Estado que busque igualdad y mucha educación”.
Así, nos retiramos de Radio Nacional, con las ganas de volver. Y las incógnitas, pero sobre todo las reflexiones, empiezan a andar.

miércoles, 1 de julio de 2009

domingo, 7 de junio de 2009

Clase Media - Benedetti

Clase media
medio rica
medio culta
entre lo que cree ser y lo que es
media una distancia medio grande
Desde el medio mira medio mal
a los negritos
a los ricos a los sabios
a los locos
a los pobres
Si escucha a un Hitler
medio le gusta
y si habla un Che

medio también
En el medio de la nada
medio duda

como todo le atrae (a medias)
analiza hasta la mitad
todos los hechos
y (medio confundida) sale a la calle con media cacerola
entonces medio llega a importar
a los que mandan(medio en las sombras)
a veces, solo a veces, se dá cuenta(me
dio tarde)
que la usaron de peón
en un ajedrez que no comprende
y que nunca la convierte en Reina
Así, medio rabiosa
se lamenta(a medias)
de ser el medio del que comen otros
a quienes no alcanza a entender

ni medio.





jueves, 28 de mayo de 2009

Siempre llega un momento. Un momento para llorar, putear o hablar. Momentos para relajar o discutir. Momento del primer mate. Momento para hacer el amor o decir basta. Pero ¿qué son los momentos?Sino efímeros. Sino ahora o nunca. Un ir y venir en el tiempo que se detiene como una foto. La sacamos para recordar luego.



Momentos que marcan un quiebre entre una cosa y otra. O que hacen de bisagra entre esa cosa y esa otra. Momento para ver, oler, sentir, escuchar...



Ahora es un momento en que nose bien que escribo. Pero vinieron las ganas y aca estamos. Ni siquiera se que voy a poner en la proxima línea. Pero sigo. Será porque a veces nos pasan cosas que nos piden salir. Como sea, de la manera que podamos; pero salir.




Seguro hay cosas más interesantes que leer por la internet. Pero aca hay esto señor. Ojalá en algun MomentO se identifique con algo de lo que aqui pueda entontrar...



adioses.-

lunes, 18 de mayo de 2009

La última rompiente

Santiago corría por la arena húmeda de las costas de Santa Teresita, su ciudad natal. Como todas las mañanas salía a entrenar durante una hora. Era muy temprano y hacía mucho. Santiago podía ver como cada centímetro del sol aparecía por el horizonte. Pero no era una mañana cualquiera. Ese día cambiaría su vida y la de muchas personas. Transcurría el año 1977. Y a lo lejos, Santiago divisó un bulto grande en la última rompiente del mar. Al acercarse, descubrió de lo que se trataba, aunque lo entendería mucho tiempo después.

La historia de Santiago podría haber sido cierta. Pero no lo es. O quizás si, pero no lo sabemos. La cuestión es que de la noche a la mañana, comenzaron a encontrarse cuerpos humanos que habían sido expulsados del mar. Con muchas investigaciones, pero sobretodo con el paso del tiempo (mucho tiempo, por cierto) Santa Teresita, y muchos argentinos entenderíamos de que se trataba y quienes eran estas personas.
En 1995, se presentó ante el periodista Horacio Verbitsky, Adolfo Scilingo con el fin de “limpiar su conciencia”. Scilingo había sido marino argentino durante la última dictadura militar (1976 – 1983), y durante el encuentro le relató al periodista la metodología que utilizaban para deshacerse de los denominados “subversivos” en esas épocas. Esta entrevista concluyó en el trabajo de investigación “El vuelo” donde se detallan como desde aviones de la Marina se arrojaron a las costas argentinas 30 cuerpos de personas con vida.
En el 2005, Pablo Torello junto a su equipo de producción estrenan “Historias de aparecidos”. Relatan como empezaron a encontrarse en las costas argentinas cuerpos humanos y todas las consecuencias e implicancias que esto trajo.
No vamos a hablar de estas dos producciones. Vale la pena leerla y verla respectivamente. Tampoco vamos a hablar de lo que fue el conocido Proceso de Reorganización Nacional. Se dijo mucho de eso; a favor pero sobre todo y por suerte en contra se dijo mucho más. Sabemos que este Proceso fue primeramente un intento por instalar un modelo económico y para eso era necesario destruir a las “fuerzas subversivas” diseminadas a lo largo y ancho del país. Sabemos que los militares instalaron el terror sistemático desde el Estado, sabemos que secuestraron personas, torturaron, violaron, picanearon, robaron, asesinaron y desaparecieron. Pero sí hablemos de lo que se conoció, a partir de las mismas investigaciones como los vuelos de la muerte.
Estos vuelos se entendieron desde las cúpulas militares de ese momento como una solución; una forma práctica de deshacerse de esos cuerpos que invadían el territorio nacional y colapsaban sus propios centros clandestinos de detención. Los "inteligentes" hombres de las Fuerzas Armadas, descubrieron que podían tirar cuerpos humanos adormecidos al mar, desnudos y con pesas en los pies, atados y a veces encapuchados. Hallaron una metodología podía ser infinita, porque contaban con gigantescas aguas para tirar y tirar cuerpos como si fueran hojas secas. A lo macabro se le agrega algo peor. Los militares también descubrieron que tirar a esas personas todavía con vida, era aun más interesante para sus fines. Quizás sabían que en un futuro habría un Verbitsky o un Torello que sacarían a la luz estas cosas y así seguir instalando ese terror.
Por otro lado, es interesante rescatar que estos vuelos de la muerte fueron vistos por la Iglesia Católica Apostólica Romana como una “forma cristiana de morir”. Quizás sea algo bastante escuchado o repetido. Pero realmente me gustaría detenerme en esta idea. Esa Iglesia, al hacer una afirmación tan fuerte no solo estaba justificando tanto genocidio sino que estaba eligiendo. Elegía de que lado estar. Elegía un proyecto, una idea, una postura ante la coyuntura. Con este apoyo a la dictadura militar, la Iglesia ayudaba a que muchos partícipes de los vuelos de la muerte sintieran que lo que hacían no estaba mal. O por lo menos estaba contemplado por el Todopoderoso y sus acciones no los perjudicarían en la Tierra prometida. Así personas como Adolfo Scilingo, impunemente seguía tirando gente, total había un aparato enorme detrás que lo sustentaría.
Pero la inteligencia de estos hombres no les permitió notar que los cuerpos no fueron arrojados a una distancia determinada de la orilla como para permanecer hasta su descomposición en el fondo del mar. Como imaginamos la historia de Santiago al principio, los habitantes de varias costas argentinas empezaron a escuchar en el pueblo sobre “la aparición de cuerpos humanos en la última rompiente”. Y así era. Con el tiempo hubo personas que investigaron estos hallazgos y que ayudaron a completar algunas historias de familiares de desaparecidos. Azucena Villaflor fue una de las "aparecidas" (en términos de Torello) en las fosas comunes, donde terminaron los cuerpos, en el cementerio de General Lavalle, Partido de la Costa.
Una idea. Una generación. Miles de vidas. Otras miles de familias. Un aparato represivo. Torturador, asesino. Golpes y palos. Trapo en los ojos. Y nunca más la luz. Nunca más el calor. Nunca más otro olor. Manos atadas. Un avión. Un vuelo. El último vuelo. Caída. Golpe. Y mar. Mucho mar. Se pierden los sentidos. Se hunden los pensamientos. Pero la idea está. Y el mar también. El inmenso mar. Se afloja el cuerpo. Se vence el cuerpo. Y llega el principio. La última rompiente. El comienzo de mucho.